Hace muchos años, durante una clase para salvavidas, el instructor nos enseñaba cómo salvar a alguien que se resiste al rescate: «Acérquense a la persona por detrás, colóquenle un brazo por encima del pecho para sujetarle los brazos y naden hacia un lugar seguro. Si van por delante, es probable que la persona los agarre y se hundan los dos». El pánico y el miedo pueden paralizar e impedir que uno piense y actúe con cordura.
Los dos ángeles que Dios envió para rescatar a Lot y su familia de la destruc-ción inminente de Sodoma y Gomorra (Génesis 19:12-13) encontraron resistencia. Los yernos de Lot pensaron que la advertencia era una broma (v. 14). Cuando los ángeles le insistieron para que se fuera, Lot vaciló (v. 15). Entonces, «lo tomaron de la mano y, junto con su mujer y sus dos hijas», los pusieron a salvo porque el Señor tuvo misericordia de ellos (v. 16).
Al reflexionar acerca de nuestra peregrinación de fe en Cristo, podemos ver que la fidelidad de Dios triunfa sobre nuestra renuencia y negativa. Cuando encontremos personas hundidas en el temor y la desesperación espiritual, apliquemos sabiduría para mostrarles el amor del Señor hacia ellas… y hacia todos los que se resisten a ser rescatados.